Biografía
EEUU 1984-1996
NUEVA YORK (1984 – 1995)
“A las tres semanas de mi regreso a Manhattan participo en uno de los videos Andy Warhol, “Hello Again”, para el grupo The Cars.” The Cars, 29 de marzo
“Un silencioso y gesticulante Pierrot fue mi personaje en el video que rodamos en el Be-Bop de la calle Ocho en el West Village. El la vidriera parquearon un magnífico Cadillac. El Dorado de los años sesenta. En los dos pisos del local prevalece desde temprano una gran actividad de los técnicos encargados de la luz y el sonido, mientras afuera nevaba. El grupo de actores performers y extras seleccionados me recuerda los tiempos de oro de la Factory: una fauna heterogénea y vistosa, entusiasta y parlanchina. Benjamín, amigo íntimo de Andy, su confidente, aparecía travestido y exageradamente producido, mientras Dianne Brillo semejaba ideal con sus extraordinarias medidas: 95 centímetros de busto pletórico, 60 centímetros de cintura de avispa y 95 de amplias caderas, un reloj de arena. Era la “superstars” del año, con un nombre de detergente para lavar pañales.”
“John Sex es un rubio oxigenado, cuya característica es una descomunal “ondita”, que se levanta con toque punk, sobre su frente, colgándole del cuello una boa enorme. Hay dos chicas orientales idénticas y vestidas iguales, junto a mi Pierrot Lunaire, agitando mis manos al ver a John Sex con su reptil. Andy Warhol también participa en la grabación impersonando a un camarero, vestido de smoking.
“Antes de que todo estuviese listo, para echar a rodar las cámaras, actores y extras se maquillan y ensayan sus roles inventados sobre la marcha ante un espejo iluminado, en un improvisado camerino color palo de rosa. El apuesto John Sex se pasea por el bar a pecho descubierto tratando de calmar su animal. Tal vez sería mejor servirle un whisky doble a su histérica serpiente, dándome una extraña sensación la visión del bien nutrido reptil, intranquilo con los chillidos del loquerío de extras aplicándose la palabra Hello en la lengua o en le torso, agita nervioso su lengua y su cola. La boa se sacude enérgica en señal de alarma, mostrando atrevida su larga lengua, sus colmillos mortíferos. Al pasar por su lado Dianne Brillo da grititos activando su culo y apretando nalgas al compás de sus tetones que la lanzaron a la fama posando casi desnuda para una serie de fotos que Andy publicaría en Interview.”
“Al entrar nuestro e cléctico grupo en acción ante las cámaras de David Munro, encargado de la filmación, nos convertimos cada uno de nosotros como por arte de magia, en diversos personajes desfilando ante su lente, debidamente iluminados en la vidriera adecuada y con el productor preciso Andy Warhol, cuya escena con los Cars se desarrolla en la barra del bar. Mientras ellos cantan la canción, él les sirve drinks. Cuando Andy ejecutaba su acción de preparar los cocteles, olvidaba la letra de la canción que debía modular, pero igual continuaba moviendo los labios. Rodaron varias veces la escena. En las esperas, Andy no sabía de que hablarles a estos íconos musicales, protagonistas del video; al final todo funcionó, impersonando Andy a sí mismo y feliz de hacerlo. Le encantaba que lo filmaran, ser el protagonista de un gran film en un estudio de Hollywood fue el sueño irrealizado de su vida.
“Al revisar Andy el material filmado, reconoció mi pequeña actuación confesándome que un sujeto como el mío más bien se merecía un “solo” brillantemente montado con la historia de un mimo solitario y embrujado.”
La versatilidad de su creatividad lo demuestra su paso por el American Mime Theatre, simbolizando obras del repertorio de la compañía en diversos teatros como Bruno Walter Auditorium en Lincoln Center y The New School, entre otros, dirigido por Paul Curtis:
“Volvía a Nueva York cargando maletas repletas de disfraces. En la patria de mis padres di rienda suelta a mis inquietudes performísticas dándome a conocer con el drama “El Mimo y la Bandera”. Mis primeros performances fueron sin duda alguna, los mejores. Los más sentidos y desesperados aún tratando de vencer mis resistencias de aceptar mi rol, mi destino y mi parte en la historia del arte. Temo las represalias del dictador. Había hecho venir a mi madre de tan lejos para tenerla a los pocos meses expirando entre mis brazos. Mi vida marcada por la tragedia del símbolo patrio. Al desnudo, ensangrentado, entre cadenas, en festivales, en tantos teatros, había sido por tres años, la Estrella de Chile.”
“…El regreso a Nueva York tuvo esperas de cuatro horas en el aeropuerto de Fiumicino a causa de un desperfecto en la aeronave. Después de un viaje impecable, todos aplaudimos al piloto luego de aterrizar en Kennedy. En inmigración soy derivado por un par de agentes a unas oficinas internas, donde un encargado finalmente abre el misterioso paquete con mis datos. Luego me toman las huellas dactilares y tras un análisis del reportaje consular, me entregan mi flamante “Green card” ¡Finalmente era un residente legal”.
“Convencido de su fe, Mark exclama ‘¡God is blessing you!’ cuando recibo nuevos trabajos de Rainer Fetting pues los retornos a Manhattan del Van Gogh del siglo XX, eran siempre bienvenidos como el oropel de una fiesta. De todos los artistas para los que he trabajado como master printer, Rainer es mi cliente más fiel, además de un amigo de locura expresionista y mi mayor fuente de ingresos.”
“Durante nuestra larga y productiva colaboración, logramos notables resultados en la historia del grabado, al crear en mi taller una de sus imágenes más felices, “Panorama de las duchas”, divisándose entre vapores infernales, vislumbrantes trozos de carne mojada y brillante.”
Como Master Print en Frank Copello Print Shop realizó impresiones en aguatinta para Adolph Gottlieb, Wifredo Lam, Sandro Chia, Rainer Fetting, Mark Kostabi, Keith Haring, Stanley Boxer, Paul Jenkins y Rachel Friedberg, entre otros. El motor que lo unió a la escena fue su amistad con Sandro Chia a quien conoció en Florencia, impulsó su carrera como maestro impresor, debido a las obras que imprimió para él.
“Todo se lo debía a él, al maestro. Nuevamente tenía un taller con los instrumentos necesarios para confeccionar maravillas, un lugar donde trabajar y vivir mis ilusiones, mis arrebatos creativos, sintiendo seguridad, protegido por un amigo tan potente, verdadera cornucopia de prosperidad.”
“Sandro es jodido, siempre lo ha sido es su manera de mantenerse ‘en sintonía’. Pretende que esté a sus órdenes a cualquier hora del día. Mi ídolo en cambio, me prometía patrocinar la solicitud de mi carta de residente en Inmigración. Estaba recolectando cartas de recomendación de todos los personajes que conocen mi actividad artística y de las instituciones culturales que en el pasado compraron mis grabados.
El Museo de Arte Moderno (MOMA), The American Society y Robert Wilson me enviaron cartas legalizadas: “Estrellita, conocida figura del arte internacional, como lo atestiguan sus fans, en una misiva a Inmigration”.
“Me han comisionado mi primer grabado. Papeles y Cartones de Venezuela me compró una edición: 150 ejemplares. Uso todos los descansos para sacar mi edición “Mirage”, dos planchas llenas de virtuosismos técnicos.”
“…Este vínculo (con Sandro Chia) permitió el rodaje “Frank Copello Printshop”. En un comienzo tuvo escasa labor como impresor independiente en la jungla de asfaltos… Debí soportar varias crisis y emergencias en mi situación de extraterrestre. Lo llamaba tarde en la noche, a su vuelta de reuniones y fiestas, invocando su ayuda para un mimo de la Commedia italiana, un historión de la vieja escuela, mi personaje trágico.
-Aaalooó...¿Andy Candy, (vínculo a citas en personaje Andy Warhol) how are you? (contándome Andy que pronto iría a una gran fiesta en Hollywood en el Beverly Hilton Hotel, en honor a la estrella invitada número mil de la serie televisiva ‘Vacaciones en el Mar’: Lana Turner. Mi estrella favorita, qué envidia Andy, tal vez deberías llevarme como mascota).
-Andy, daaarling! I´m broke, I need to sell your pictures. (me amonestaba diciéndome que no cuidaba el dinero, pero al final de su speech, me daba una cita en el estudio).
A través de su jefe de taller, Rupert Jason Smith, me facilitaba algunas serigrafías en consignación, generalmente ejemplares de las series menos vendidas como los retratos de los travestis negros del portafolio titulado “Ladies and Gentlemen”. Rupert Smith, su principal impresor, era un tipo gentil y comprensivo, quien jamás escondía a la loca teatral que vivía con él. Nacido en Newhope, un colorido pueblito turístico gay, en el límite entre los estados de Pennsylvania y Nueva York, con ambiente de restaurantes y anticuarios regentados por los homos y sus madres. Allí Rupert era un hombre importante y en un viejo molino había construido una bellísima casa llena de chimeneas y gatos, con aire de ruina romana”.
También contaba con sus propios contactos adquiridos por su encanto social, los que eran utilizados para armar redes que le dan su propio lugar en la historia del arte de esa época, los 80:
“John Barton me lee en el teléfono su carta de recomendación para el servicio de inmigración. Durante siete años fue mi mercante, representante, mi dealer. Grabé para su casa editorial mi ilustre heráldica y cubos minimalistas armados y por armar. Con brillantes colores e ironía infantil empiezo a relatar el cuento de “la gallina francolina, de los huevos de oro.
“Barton, como Falstaff, era un personaje tragicómico. Su potente voz y su presencia escénica, cómica y terrible al mismo tiempo, me intimidaba.”
“A vuelta de vacaciones, Barton escarba en el taller de los Camnitzer y queda sorprendido al ver mis grabados. Enseguida compra diversas obras, aguafuertes creadas en el Pratt y de los recientes me ordenó un par de ediciones. Así empecé a depender siempre más de las tiradas que me compra John, quien exagera su operático rol y me obliga a esperar haciendo antesala en el hall entre escalofríos cada vez que lo oía gritar. Cuando finalmente me hace entrar, sus insolentes opiniones me infunden terror por un eventual rechazo de mis cubos y escudos. El resultado es bajar mis precios sin piedad. Con la actitud de quien me hace un favor, me encarga dos o tres ediciones. Según el humor. La relación se tornó amarga cuando mi asistente Fernando Torm, entró en la competencia”.
Como buen actor de la escena de los ‘80 en Nueva York, el exceso de rock and roll, drogas, sexo, formaron parte de la vida que tuvo Francisco David Copello Norero.
“Trabajando en Los Paneles del Jonh Jay College of Criminal Justice…(vínculo a sandro chia) La última noche del año me sorprende pintando un enorme cuadro de Sandro Chia en la soledad del campo de Rhinebeck. Son tres paneles enormes comisionados tiempo atrás por el Jonh Jay College of Criminal Justice. Se me ocurre que al maestro le pagan poco por este trabajo, pues parece olvidar su existencia.
“Al comunicarle mis penurias financieras, Sandro me ofrece terminar esos grandes cuadros arrumbados durante meses en el estudio, mi primer intento de pintarlos había ocurrido hacía un año en su estudio de Manhattan, pero los comentarios y habladurías en torno al maestro hicieron sospechosa mi presencia.
“Estoy nervioso y tenso como un caballo fina sangre en mis afanes de ilustrar con juguetonas geometrías, dándole todo el día a la coca para tener más energías, coloreando esas monumentales y rimbombantes obras sociales en un tiempo récord. Si saco las cuentas, esas fragorosas jornadas fueron la “vendetta” de Sandro con su asistente que el pasado huyó del estudio, cuando lo asistía con la telas del Palio de Siena, abandonándolo para regresar a Manhattan y transformarme en “Lana Turner”, la diva del crimen en el plató de filmación, según la clásica tradición de violencia hollywoodense.
“Gasto más de doscientos dólares semanales en cocaína y estoy en ruinas. Necesito dinero para pagar la renta de enero aunque Sandro me sugiere que no cancele el arriendo y contrate un abogado tinterillo que me defienda de las garras de Andrew Marker…”
La Coca, miserable historia
“Me hundo en un vórtice negro, siento en mi desvarío ser una estrella en llamas descendiendo a los infiernos dantescos. Danzo con la muerte travestida de seductora Dama Blanca. Infeliz y complaciente de mi derrota lucho con la coca, que no se olvida ni se deja…
“En la primavera del 93 –tengo las bolas llenas de esta miserable historia– intento autosanarme con fuerza de voluntad y fe. Trato de evadir los hábitos establecidos, tomo un curso de fotograbado ecológico en la Peace River University, en Alberta, Canadá. El asunto era irme lo más lejos posible, adonde jamás encontrara al par de tipos colombianos de Queens, que me surten con la mejor novia blanca en el mercado a doscientos dólares el grácil paquetito.”
“Antes de partir (A Italia con invitación de Giovanna Dal Magro) sufro un accidente que me hace entender la urgente necesidad de cambiar mi estilo de vida. Un trozo de vidrio se clavó en el arco de mi pié izquierdo a través de las zapatillas Reebok. Un agudo dolor me da cuenta de lo ocurrido y tan drogado estoy que me lo arraigo yo mismo en la vereda. Doy voces a Mark, para que baje en mi ayuda mientras Sebastian corre libre por la cuadra persiguiendo feroz a huraños felinos. Una vez de regreso a la poltrona del loft, frente al televisor gigante Mark me desinfecta la profunda herida y luego venda el pie con numerosas gazas y una larga faja.
“… Giovanna Dal Magro, una de mis fotógrafas preferidas, me ofrece las ideales condiciones afectivas para desintoxicarme. Me recoge en el mismo aeropuerto de la Malpensa para seguir viaje hasta el Veneto en un inolvidable paseo por rutas adyacentes. Visitamos amigos, antes de conducirme a su nido de águilas, cercano a Belluno, en los Alpes de las Dolomitas.
¡Un excelente clima para curar cualquier mal!
La vida sentimental de Francisco Copello es otro capítulo determinante en su biografía. La relación con Mark definitivamente marca la época de decadencia, la salida de Manhattan hacia Brooklyn. Episodios que lo llevaron a tomar la decisión de volver a Chile.
“-¿Es mi culpa que Mark volviese a la pasta base?
Mi malvado egoísmo, mi casquivana geografía lo saca del recinto paramilitar para devolverlo al ghetto a pasear a Sebastian, el príncipe del mal. Antes de caer por el precipicio, Mark busca la salvación de su alma. El domingo quiso que lo acompañara al servicio religioso en una congregación vecina de Classon Avenue. El edificio del templo me recuerda ciertas basílicas romanas cubiertas de mármoles y desnudas de excesivo ornamento decadente. Columnas y capiteles adornan el frontis, aunque según Mark adentro flota el Espíritu Santo. Asistimos a la ceremonia del Arrepentimiento oficiada por un pastor con voz profunda y actitud intensa.
-¡Tenemos que hablar seriamente!- me dice cerrando la puerta y contándome sus secretos. Según los médicos que lo observan tiene el estómago devastado, los riñones con serios problemas y el sistema inmunológico está con todas las luces rojas encendidas. Asumen estos doctores que desde hacía dos años tiene en plena expansión el virus del Sida. Me cuenta que lo tratan como conejillo de indias para probar nuevos fármacos y drogas antivíricas como la zidovudina (AZT), que desgraciadamente impide la producción de glóbulos rojos por la médula ósea. Disminuye los glóbulos blancos y causa serios daños sobre el sistema digestivo. En otra de mis visitas al hospital, Mark me dice que se merece todos estos tormentos, por lo mal que se comportó con aquellos que lo amaron de verdad. De nuevo había perdido peso, parecía que su estómago ya no toleraba más remedios, vivía con naúseas.
“No se imagina cuanto tiempo podrá sobrevivir en condiciones tan precarias y deprimentes. Me revela que la noche anterior vio dos angelitos a los pies de su cama. Creyó que venían a buscarlo, se aterró y les preguntó por qué tenían tanta prisa cuando él solo tenía 32 años. Ellos le contestaron que venían a llevarse a su vecino de cuarto ¡pero que a él no todavía!
¡Mark ahora está preocupado por su futura demencia!.”
“Según los médicos, el virus habría ya alcanzado su cerebro. Me pide llenar y firmar documentos que me autoriza a tomar decisiones importantes sobre su existencia, como desconectarlo de máquinas y sueros y dejarlo morir en paz. Durante los meses siguientes continúa su decadencia. Entra y sale repetidas veces del Saint Vincent Hospital para controlarse y experimentar los nuevos fármacos que van apareciendo para prolongarles la vida a los pacientes infectados con la pestilencia más trágica del siglo veinte.
“Comencé a tomar perfecta conciencia de los estragos causados por la enfermedad, que se cernía como un flagelo sobre la ciudad desde la muerte de amigos como Keith Haring y Kuong Chi Tseng, cundiendo mi desolación, tocándome ahora, tan de cerca, tragedia gay de los 90s. Me entristecía ver a Mark sumido en esa semi-inanición consecuencia del suministro de AZT en el Hospital.” (Planeta Brooklyn, pág. 33)

“(…) desde más de tres años habíamos terminado nuestras relaciones sexuales. Creo que en un cierto momento él pensó que podía estar infectado y paró de tener relaciones conmigo, ahora que yo lo publicara al mundo, al cabo de seis años de su muerte, me traería igualmente infortunio incalculable, ilimitado e inmenso, excesivo tal vez proclamar la verdad, la influencia de mi información sería una bomba de tiempo, sobre mi cabeza, lista para explotar en cualquier momento, en el pacato e hipócrita ambiente local –refiriéndose a Chile-. Sería un estigma, mi muerte profesional, la huída de mis amigos y parientes maléfica y perjudicial.(Planeta Brooklyn, escrito del artista, pág.30)
La intoxicación por drogas produce como consecuencia el cambio de residencia, de Manhattahn a Brooklyn (vínculo a Planeta Brooklyn en textos del artista); Ahí ocurre la muerte de su compañero Mark y se embarca en su último viaje a Chile.
“-¿A dónde vinimos a parar en nuestra locura existencial?
Le pregunto a Mark, después de observar la vecindad semindustrial, la fábrica de alquitrán, que manchó la calle de un peculiar color. Es una cuadra con grandes camiones cargando tarros y edificios abandonados que antes fueron pequeñas industrias y hoy decaen clausurados y fatídicos, plagados por los "crack-heads" locales, maleantes y prostitutas, que elijen los malos de atraque de antiguas factorías para vender su mercancía. Frente al edificio de Tom Clansy, observa Mark, pondrían una placa un día leyéndose, "en este hoyo tuvo su estudio Copello, entre 1992 y 1995, editando a Fetting y Friedberg y creando sus grabados de explosivos volcanes."
“Fue el final de mi carrera de impresor de astros y estrellas, pues allí, nadie se atrevió a visitarme al centro de un intenso y cargado "ghetto de negros". El comienzo del final, mío y de Mark, quién terminó allí su demolición convirtiéndose en un adicto sin remedio, sus nuevos vecinos le dieron el último empujón en el barro. El único ganador fue la estrella polar, Sebastian, un soberbio husky, con una mirada mágica incandescente, en noches de luna llena se tornaba un lobo, aullaba y con energía se debatía contra la puerta, deseando sólo ir al parque con urgencia. Salíamos hacia el oeste por calles residenciales, y después de unas quince cuadras llegábamos al parque de Fort Green, rodeado de viejas casonas y por una serie de viviendas populares. En su lado cinematográfico tenía las más antiguas y típicas "brownstone" de Brooklyn, de cuatro o cinco pisos, una escala externa de ingreso, pintadas de las más diversas combinaciones de colores cálidos, desde el rosado al violeta marte, pasando por todas las gamas intermedias.
"Por la noche hasta el alba hay ambiente cahuinero, punto de cruising, altamente peligroso para un gay blanco en el tope colinoso donde hay un monumento dedicado a la trágica historia de una nave que transportaba esclavos.
Al otro lado de esa colina viven cientos de pobres familias negras en grupos de edificios construidos por la ciudad para albergar a las capas sociales más necesitadas, llamados ‘projects’.” En “Planeta Brooklyn” (Escritos inéditos)
“El loft era un lujo para la zona, Tom Clansy, su dueño, compró un antiguo galpón industrial y lo transformó en dos espaciosos loft y una enorme bodega en el Ier piso. Reforzándolo con enormes vigas de acero a la vista; que amarraban la construcción. Tiene un único espacio con un techo descendiente de vetadas maderas antiguas que le comunican un ambiente de barco a la deriva, al centro posee un gran tragaluz, que observo sin perder de vista a los numerosos aviones comerciales que cruzan el cielo, aprendiendo de memoria el recorrido de las diversas compañías aéreas aterrizando o despegando desde La Guardia.” Planeta Brooklyn (Escritos inéditos)
“- ¡No logro ser reconocido, soy invisible!.
“Fui aislándome siempre más en el taller, iba a Manhattan a las clases y ensayos del American Mime Theatre y los domingos al Templo de Lafayette, después de misa charlábamos los feligreses, en el salón social, asuntos privados y de la Iglesia. El reverendo David Dyson hablaba con cada uno de nosotros positivo y optimista, con un dejo de activista. Después partía a casa de Ron Tate, a oir más música y mover libremente mi cuerpo al compás de un pito y de un ron & coke.” Planeta Brooklyn (Escritos inéditos)
“Asistiendo a largos servicios, pidiéndole al Señor de revelar en mí su esencia divina. Esas ceremonias donde volaba el Espíritu Santo, los pastores eran grandes oradores, histriónicos como en la vieja Roma, actores de gran carisma y conocimiento de la Biblia, tenían un estilo, que al comienzo me dislocaba; se enojaban, gritaban y amenazantes condenaban al que perdió la Fe. Desde siempre, desde Dr. Martin Luther King en adelante, la comunidad de color tuvo en la Fe su redención. Maravillosos gospels, energéticos y optimistas, armonizaban con clásicos blues en la fiesta del Señor. Las feligresas usando variopintos aderezos, todos cantando Loas al Señor al vaivén de sus cuerpos.” Planeta Brooklyn (Escritos inéditos)
“Una noche de verano, con la luna de agosto, brillante y redonda, me sorprende una curiosa llamada de Mark; me explica que se encuentra en un restaurant de la vecindad celebrando entre amigos su inesperada mejoría. A la hora de ir a pagar la cuenta de lo consumido, han quedado cortos de dinero, en otras palabras, ¡necesita un préstamo al instante! Y preferiría venir en persona a recoger la suma en cash. Me pareció muy extraño pero junté el dinero requerido. Al llegar, solo y sin bastón, me di cuenta que estaba poseído de una energía y fuerza que sólo le daba el crack y inhalado en cantidades. Esa noche de luna llena fue el festejado en el banquete previo a su muerte. Su despedida desde un mundo dual, maldito y sin amor con algunas gotas de perfección y felicidad. Siempre se sintió de paso, con su doble estigma de ser negro y maricón. Nunca ambicionó bienes materiales, cuando tuvo dinero me regaló una enciclopedia de cincuenta volúmenes. Como oficinista temporal, nunca nada fue para él definitivo. En su corta existencia de 33 años sobrevivió como ciudadano de segunda clase en una sociedad blanca que lo despojó de los ruidos de la selva y del recuerdo de los clanes, imponiéndole el doloroso trajín a través de los mares y la humillación de la venta de esclavos como bestias sin alma. Al final mi dinero le sirvió para suicidarse...
“Nunca más lo volví a ver, ahora era libre de partir. A pesar de mi espíritu burlón, el deceso de Mark me impresionó, sólo atiné a salir arrancando lejos con sus cenizas, camino al cementerio, decidiendo realizar una vida, nueva para mí, una gran acción de perturbación y disturbio en mi patria.
En pocas semanas reduje mis posesiones a siete cajas, un baúl de los recuerdos con las cenizas de Mark y un enorme embalaje de madera que contiene la prensa calcográfica.
La partida fue un happening largo y doloroso, no fue fácil abandonar N.Y. mi estilo de vida, los amigos de Lafayette, mis amantes. Era como morir, desaparecer tras una amarga despedida.” Planeta Brooklyn (Escritos inéditos)
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