Biografía
CHILE 1996 – 2006
“Para volver a instalarme en Santiago, después de 33 años de ausencia elijo simbólicamente el Día de los Inocentes, justo a tiempo para ver reunidos a todos los parientes durante el matrimonio de mi sobrino Enrique Junior con la Miss Chile Paola Falcone, sin sospechar -mientras bailaba en el Club de Carabineros donde se celebró el evento- que pronto me convertiría en un “eterno extranjero”, discriminado y engañado, víctima de robos y asaltos a sangre fría en el mundillo del arte, el único al que he pertenecido a través de una vida creativa.
“Como un Ángel Caído en la desolación y el olvido, necesito después de haber vivido el drama de Mark, “santificarme” en la periferia cultural para meditar y continuar mi obra. Decido terminar mis memorias, consciente de la importancia que un día tendrá mi testimonio de vida.
“Volver a mis viejos amigos y parientes se tornó deprimente, ya que en tantos años ausente ellos habían olvidado mi existencia. Ese primer verano me retiré en el jardín entre manuales y diccionarios. Recopilé mis apuntes y clases de mimo a las que asistí durante los últimos ocho años, traduciendo el proceso de estudio de Paul Curtis al español.”
“Mi vuelta a Chile en 1996, después de 33 años de ausencia, es motivada por mi urgencia de encontrar un lugar paradisíaco en los Mares del Sur, donde terminar mis escritos acumulados a través de mi viaje angelical por tres continentes.
Mi "adicción a las letras" comienza confeccionando textos para mis performances sicopatrióticas en los años setenta, y continúan más tarde en los ochenta, durante el período de amor que viví con Sandro Chia en Nueva York. El tiempo hacía más insistente cada día aumentando mis ansiedades por relatar mis experiencias, ante mi potencial reemplazo, al perder mi taller, un amante, una casa y mi identidad como artista, recordadas mi vulnerabilidad síquica y mi mortalidad física.
"Durante días, meses, años, "me anclé frente a la máquina de escribir" con el tenaz propósito de dejar testimonio de mis vivencias con grandes artistas, desde Adolph Gottlieb hasta Andy Warhol; y del conocimiento objetivo del cuerpo, aumentando las vivencias como espacio expresivo y memorial del movimiento, y se solidifican con las bases del body-art que practico desde los años sesenta.
“A mi llegada era un desconocido, sentía que debía exponer mi obra en galerías y museos, abriéndome un nicho a machetazos en la cruda realidad local. Necesitaba recuperar tres décadas de ausencia sin ninguna vigencia en la memoria colectiva nacional. En la tierra de jaguares, para sobrevivir como artífice grabador debí recurrir a sahumerios, tajos en el estómago, masturbarme públicamente caminando sobre vidrios rotos. Respiré angustias y acostumbramiento a los traumas del regreso y comprobé una especie de fobia por los retornados que no sufrieron en carne propia los desmanes del régimen militar.”
“…En 1997, gracias a la complicidad de Ernesto Muñoz logré “presentarme en sociedad” ante el mundo periférico del arte nacional. Con habilidad sin par, Ernesto se consiguió los auspicios de la firma Langton & Clarke, a través de uno de sus directores, Patricio Guzmán, Felipe Vilches escribe el catálogo, “Psicopatriótico I”. Mi labor fue el punto de partida de esta exhibición que permitió revisar el desarrollo de mi obra. Estaba compuesta esta muestra por otros tres artistas visuales impuestos por Guzmán en el MAC: Orlando Avendaño, Fernando Estibill y Magdalena Atria. Se tituló “Huellas”.
“Los registros fotográficos de mis performances resultaron una revolución, que sirvió de detonante al desnudo masculino y a las confesiones homosexuales, un alarido en medio del cartuchismo DC postdictatorial. Estas imágenes altamente profesionales despertaron de su sopor televisivo al mismísimo Carlos Leppe, ahora dedicado al amoblado de las teleseries, quien inesperadamente vuelve a las pistas bendecido por la pastora injusta y revoltosa del imperio del Merengue con Lúcuma, exponiendo donde Tomás Andreu oro falso y cebo, transformando la galería en un bazar oriental lleno de réplicas y amenidades para nuevos ricos.
“Al corto tiempo expuse mis collages en la Corporación Cultural de Las Condes. Desde 1971 trabajo en esta técnica episodios dramáticos y acontecimientos autobiográficos. Entonces invité a Francisco Brugnoli al chateaux, mostrándole mis frutos prohibidos, mis mejores obras. Él, junto a su esposa Piquina -quienes en mis visitas anteriores a Chile me hacían entrever un futuro esplendor en mi vuelta al terruño- llenaron de interjecciones y murmullos la torre del castillo; sin embargo, en el catálogo de la muestra escribió lo que los gringos denominan “non sense” (sin sentido):
“El no-lugar de Copello, es el único posible para un hijo extranjero que ya solo por eso permanece extranjero. Ese único lugar es el no-lugar del emigrante como reclamante del lugar”.
A su regreso a Chile en 1996 realiza exposiciones en el Museo de Arte Contemporáneo y Corporación Cultural de Las Condes, que le valen el Premio de la Crítica de Arte en 1997. Además, instala un taller de grabados en la Universidad de Chile y enseña en la Escuela de Teatro de esta misma casa de estudios, participando en el Festival de Nuevas Tendencias Teatrales e impartiendo clases de Performance. Cabe destacar, las performances Vogue, Razones de Familia, Warhola y El Viaje.
“Enmarqué adecuadamente ambas exposiciones y gasté una suma considerable. Me ilusioné con las hipotéticas ventas de mis obras. Algo muy difícil para un forastero, personaje invisible en la manipulada historia del arte nacional. Mis fatigas me otorgaron al menos un reconocimiento oficial, el Premio de la Crítica de Arte 1997. El crítico Waldemar Sommer al entregarme el galardón me confesó:
-¡Aquí no entienden su arte, demasiado adelantado para su tiempo!
En 1999 es la exposición Antológica de grabados, fotografías, instalaciones, collages y videos en el Museo Nacional de Bellas Artes, dando un testimonio contundente e histórico sobre su experiencia estética.
En el año 2001 con el apoyo del Fondart realiza una serie de 14 serigrafías sobre papel y tela, que son expuestas en el MAC de Valdivia y más tarde, en la Corporación Cultural de Las Condes.
En agosto del 2002, es el lanzamiento del libro “Fotografía de performance” en el Museo Nacional de Bellas Artes. En esta misma ocasión el videista Claudio Rojas, muestra el documental “Chilean Boy”, que narra los últimos años de la carrera del artista.
En abril 2003, expone una retrospectiva de su obra en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, titulada “Ejercicios sobre la memoria” y comienzos del 2004, performance en el Auditorium de esta misma casa de estudios titulada “Pieza para locos”.
El 2004, “Arcoiris” exposición de óleos en Galería Cecilia Palma.
En Octubre-noviembre 2005, “Estelar”, Museo Nacional de Bellas Artes. Performance, presentación de video autobiográfico e instalación.

“En realidad me siento como uno de aquellos torturados que debo representar colgado de mis vísceras a una barra de metal. Al poco tiempo comencé a sentirme mal físicamente encerrado en esa jaula, además sin un peso. Llegué a la conclusión que soy un apátrida en un extraño lugar aún anclado en un pasado lleno de odios y venganzas.”
“¿Por qué después de treinta años las cosas habían cambiado en un país marcado por Thanatos cuando hoy se multiplican los desocupados, los traficantes, los asaltantes, los políticos corruptos y los escándalos financieros?
“¡Aquí asesinaron a Dionisio!”, decía un cartel de publicidad al ingreso de la ciudad.
“Aquí dejaron morir a Violeta Parra, a Pablo de Rokha, a Adolfo Couve, a Juan Capra y a tantos otros cuyas voces fueron silenciadas por la maldad y la vileza sin fin”.
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