Biografía
Chile 1973 – 1974
1973
“Vuelvo a vivir la experiencia socialista, siguiendo la romántica ilusión de la revolución. Fue un falso movimiento, el peor error que pude cometer, dejar mi exitosa carrera de grabador en Nueva York, para caer en el surrealismo total, y pago muy cara mi soberbia.
Vine a experimentar mi locura performística. Después de mis experiencias con la compañía de Robert Wilson, sólo deseo expresarme con el cuerpo, producir arte vivo.
Al comienzo vivo en un sospechoso hotel escribiendo cuadernos que se pierden en el tiempo o caen bajo las garras de Carlos Leppe. En ellos relato día a día lo que me pasa, aquello que ocurre en las calles, las colas y las protestas. Incluso escribo sobre mis fantasías, persiguiendo el "arte vivo”.
"Creo en mi mente una irreverente "Pieza para Locos" que asocia artistas y técnicas diversas donde rompe con las reglas de la censura, ¡es un híbrido! Me interesa registrar la memoria de un momento tan intenso e irrepetible en la historia patria, la revolución socialista. La memoria de ese instante en la calle, deteniendo el impala para sacar una foto-memoria en un viaje de observación lleno de sorpresas. ¿Vuelvo a vivir una utopía? Este ejemplo trasnochado de idealismo de 1968, hoy se encontraba en un callejón sin salida: bloqueo económico, interventos de la CIA y de oposición interna. La revolución pacífica se convirtió en una ardua lucha política caótica y devastadora, terminando en una tragedia.”
Durante su corta estancia en Chile, en el año ‘73 presentó diversos tableaux-vivant, que Luis Poirot fotografió. Además programó la performance Pieza para locos para presentarla en el Museo Nacional de Bellas Artes, el 11 septiembre de 1973.
“Volvía en una visita relámpago, después de 21 años seguidos de ausencia para ver mi vejez en los ojos de amigos y parientes en interminables cenas, llenas de falsas promesas, al suelo patrio de esplendoroso futuro, enseñando mis experiencias. Y luego, cuando esperanzado vuelves, tienes que soportar las vueltas de espaldas. Todo con traiciones, los resentimientos de amigos y parientes educados y elegantes, mientras yo soy sólo una visita temporal, alguien de paso en el real.. del eterno viajero, ¡el extranjero!”(Planeta Brooklyn, pág. 27. Escritos inéditos)
“En el aeropuerto interpreto a un anárquico bufón, piso con fuerza, incluso taconeo entre gitano y vagabundo, bailo un fandango por bulerías para los chicos de Aduanas. Noto miradas cómplices entre dos tiras que me atajan, revisando con curiosidad malsana mis indumentos y disfraces con lentejuelas y brillos, mi antigua sombrerera, atiborrada con capelinas delicadas y finas. Abriendo la carpeta repleta de grabados, examinando algunos para cerciorarse de que no fueran carteles de propaganda política. Al mirar una litografía de temática porno-gay los tiras se miran con una semisonrisa siniestra en sus caras tajeadas con las marcas del oficio. Me preguntan que cuánto dinero llevo conmigo. Les contesto que llevo unos cinco mil dólares, algo de moneda nacional y mi tarjeta de residente en los Estados Unidos. Denodado sudo helado cuando me piden mostrarles el contenido. Pienso que si rehúso me revisarán entero, descubriendo varios cheques en mi faja. En un ritual humillante y vejatorio, me aligeran la billetera de cientos de dólares: los toman y los miran a contraluz, los palpan, los arrugan y finalmente se los meten al bolsillo, con la excusa inobjetable que son más falsos que judas.”(Fotografía de Performance, pág. 67)
“…Finalmente partimos a bordo de un destartalado avión con nuestras obras, Silvia y Sergio Castillo, Carmen Aldunate, y yo juntos a la comisaria del envío chileno a la Bienal de Sao Paulo, Luz Pereira, que nos consigue viajar a bordo de un aparato del Correo Aéreo Brasilero.
“Vuelvo a ser el tránsfuga, en un avión que me lleva al Brasil. Imagino un futuro incierto azaroso en mi patria. Tal vez un anónimo final, entre balazos en una riña por putos.
Después de su estadía errática en Chile y el tour por Brasil, publica Calendario en 1974.
“Durante mi vuelta a Nueva York, tengo la sensación de haber perdido mi rol de exitoso grabador. Escribo, alojado en un viejo y extravagante hotel de la Quinta Avenida, cercano al Village, donde se hospedan artistas y turistas. Invento nuevos roles para mi Calendario inconcluso, después del trágico desenlace de la revolución socialista. Conozco a Wren De Antono, una fotógrafa de 24 años, quien me ofrece terminarlo. Después de examinar el vasto material logrado por Luis Poirot, siento que el grupo de imágenes seleccionado necesita la presencia de un par de Divas…
“En mi psiquis enferma de nostalgia, mis nuevos grabados semejan “esperpentos” tan intensos que provocan el llanto horrorizado de una joven asistenta. ¿Es la versión de un cerebro abierto en la mitad lo que le produce tal reacción? ¿O es tal vez una flor extraña, navegando por un río de sangre lo que provoca ese acceso, ese derrumbe histérico de sus facultades de discernimiento?
"Mis cinco estampas burlonas y expresionistas obtienen el rechazo de los marchantes a los que se las propongo ilusionado de poder vender al menos un par de ediciones. Razonan ellos que las nuevas imágenes no son comerciales y demasiado diferentes mi anterior estilo, geométrico y elegante. Argumento con ellos y recobro mi temperamento emotivo, actúo y reacciono en el momento, dándoles algunos zarpazos con mis garras de tigre. John Barton me acusa de comunista, por fugarme a Chile a vivir la experiencia del Dr. Salvador Allende, cuando aquí lo tenías todo, me reta, y todo lo perdiste por tu afán performístico demente y rebelde. Tampoco me perdona haberles enviado antes de partir, una bomba suicida, un librito titulado “The Printer” (El impresor de grabados) una sátira de 45 revoluciones por minuto. Ignoro todo tipo de prudencias, prefiriendo exponerme sin cesar a la muerte para sentirme más vivo. Jugaba con el peligro y cosechaba desastres con los mercantes del arte, John Barton y Brook Alexander, furiosos y despiadados por mi “pecado de juventud”.
“…A la escasa luz de un día invernal, debí botar la careta de mi pantomima demencial. Termino mi acción en el interior de un espacio dramáticamente vacío: un colchón en el piso, en la cocinilla un sartén y una olla –reconociendo mi derrota- entre maletas, disfraces y escritos repartidos por el suelo del pequeño apartamento que arrendé en el Village. Ni profetas ni oráculos, ni brujos ni hechiceros fueron capaces de solucionar mis problemas financieros.
“En mi desolación visito a mis maestros esperando una palabra de consuelo, un gesto para un tránsfuga arrepentido por las circunstancias desfavorables, entre la soberbia y la humillación de un anárquico. La coreógrafa Laura Dean atraviesa por un período absolutamente negro. Ha debido renunciar a su gran loft de Crosby St. y ahora ocupa el pequeño departamento de su madre en Washington Square.
“Asisto a la representación de “A Letter to Queen Victoria". Observo la obra de Robert Wilson con nostalgia y arrepentimiento. Salgo del teatro preso de mil sentimientos de culpa por mis errores de abandonar Manhattan, mi espacioso loft encaramado en el quinto piso cercano al río Hudson, después de vender apurado mi prensa Charles Brandt y de perder en un recodo del camino mis matrices calcográficas” (esta etapa o tema Brooklyn?)
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